Hubo tantos veranos colmados de viajes
que ya no queda maleta por llenar de objetos, conchas de mar y recuerdos.
Aquellos mundos recorridos
quedaron entre las dunas del desierto y las costas de la antigua Grecia.
Trenes donde la vida no se detenía y nuestras miradas contaban historias llenas de verdad y magnetismo.
Aviones de ventanillas pequeñas con reflejos de nubes
que nos llevaban lejos como superhéroes que salvan vidas.
Barcos donde los mares eran nuestros y capitaneábamos felices ola tras ola.
Carreteras sin rumbo donde el sonido, el paisaje y la compañía eran lo importante.
Verónica Esquinas.
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